Había una vez un campo lleno de hermosas flores de muchos colores. Todas vivían preocupadas y pendientes de su belleza.
¡Qué suaves son mis pétalos!- decía Margarita.
¡Qué indo color tengo! – exclamaba Rosa.
En verdad eran unas flores muy vanidosas.
Cuando salía el sol se ponían contentas, pues sus rayos las hacían brillar y verse radiantes.
Por eso, las flores decían que el Sol era su amigo.
Cuando soplaba el viento se ponían felices, pues su perfume se sentía por todo el campo.
Los problemas empezaban cuando llovía. Apenas caían algunas gotitas, las flores se quejaban.
-¡Ay, que me despeino todita! – decía Margarita.
-¡Ay, que se me mojan mis hojitas! – exclamaba Rosa,
-¡Ay, qué fea me veo! – se lamentaba Girasol
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Por eso las flores decían que las gotitas de lluvia no eran sus amigas.
Un día, las gotitas de lluvia, resentidas con las flores decidieron no caer más y se refugiaron en una nube.
Mientras tanto, en la tierra, las flores vanidosas se secaban y se marchitaban poco a poco.
Entonces, el viento dijo a las flores:
-¡Yo le doy el aire que necesitan para vivir!
Y el sol exclamó:
¡Yo les doy la luz que necesitan para crecer!
-Luego, el sol y el viento agregaron:
- Pero son las gotitas de lluvia quienes las ponen hermosas y no dejan que se marchiten.
Las vanidosas se dieron cuenta de su error, y le pidieron a la nube que dejara caer a las gotitas de lluvia.
Margarita, Rosa y Girasol prometieron no ser tan vanidosas.
Desde ese día, comenzaron a caer y a caer las gotitas de lluvia sobre las flores. Y las flores, contentísimas, no dejaron de decirles cosas lindas.
Ahora, las flores y la lluvia son buenas amigas
F I N